martes, 5 de abril de 2011

CélulasMadre&BombasAtómicas italianas

From 23 October 2010 StemCells&AtomBombs: Italian StemCells&AtomBombs

"O Eterno, ascolta la mia preghiera, e porgi l'orecchio al mio grido; non esser sordo alle mie lacrime; poiché io sono uno straniero presso a te,  - un pellegrino, come tutti i miei padri." (Salmo XXXIX)

"Escucha mi súplica, Yavé, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas. Pues soy un forastero junto a ti, un peregrino como todos mis padres". (Salmos 39)

Con este verso de los Salmos inauguro la versión italiana de CélulasMadre&BombasAtómicas, www.CelluleStaminalieBombeAtomiche.blogspot.com. 

La versión italiana ocupa un lugar especial de mi corazón porque aunque ahora vivo en Osaka, Japón, y nací en Woodstock, Ontario, tanto mi padre como mi madre son italianos. De hecho, mi primera lengua es el italiano, ya que en realidad no aprendí a hablar inglés correctamente hasta que fui a la escuela. El italiano es el idioma del hogar de mi niñez, el idioma que hablo con mi madre y hablaba con mi padre, que falleció hace quince años, y el idioma que hablaba con mi abuela, mis tíos y con los amigos de mis padres.

Pero igual que muchos niños inmigrantes, el conocimiento de nuestra lengua materna es limitado por la falta de educación en la lengua de nuestros padres. Poco a poco, a medida que el inglés dominaba nuestras mentes, nos fuimos distanciando un poco de nuestros padres. Nuestro italiano no era lo bastante bueno para decir exactamente lo que nuestros padres querían oír, y el inglés de nuestros padres nunca fue lo bastante bueno para escuchar exactamente lo que queríamos decir… pues soy un forastero junto a ti.

Espero que con el equipo de dedicados traductores voluntarios (Anna Recchia, Nicoletta Natoli y Daniela Bollini) mi madre podrá leer mis pensamientos adultos y entenderme un poco mejor. Espero que sea feliz con el hijo que ha criado.

Tengo familia por todo el mundo. De Italia a Suiza, los hermanos de mi madre y mi propio padre durante un tiempo antes de cumplir los veinte. De Italia a Argentina, el hermano de mi padre que murió allí poco tiempo después. De Italia a Estados Unidos en dos ocasiones y de vuelta a Italia, mi bisabuelo materno. De Italia a Francia y de Italia a Boston, Estados Unidos, los hermanos de mi abuela materna. Y de Italia a Canadá por mi padre cuando tenía diecinueve años y mi madre en la veintena junto con muchos primos de mi padre que ya estaban allí y todos los familiares de mi madre excepto dos hermanas y mi abuela. Probablemente tenga primos en sitios que no sé.

Y ahora yo estoy en Japón, donde tengo dos hijos con ascendencia ítalo-canadiense y japonesa. Mi mujer bromea acerca de dónde vivirán mis hijos algún día, pero creo firmemente que la historia de la migración de los Tesolat acabará conmigo. No deseo que mis hijos sean peregrinos como todos mis padres.

Mi mayor miedo si sigo viviendo en Japón es que mis propios hijos se conviertan en lo que yo me he convertido para mis padres, un hijo que es incapaz de comprender plenamente las vidas y el idioma de mis propios padres. Temo que mis  hijos también se convertirán en forasteros para mí. Esta es la soledad que todos nuestros padres y abuelos inmigrantes debieron sentir, y ahora será mi turno.

Desde que vine a Japón, un país con muy pocos inmigrantes europeos, siento un lazo especial con mis padres y parientes que fueron peregrinos antes que yo. Recuerdo mis largas conversaciones telefónicas con una querida tía, y cómo me hablaba de una forma completamente diferente cuando me fui de Canadá. Me hablaba de una forma más íntima, como si yo, al ser también un inmigrante, pudiera entender su corazón mucho mejor. Por supuesto, nunca tuve las dificultades económicas que ella tuvo, y nunca dejé mi país natal por problemas económicos (aunque también dejé Canadá por una recesión que hacía difícil encontrar trabajo), pero ella nunca me habló de esas cosas. Me hablaba sobre la soledad de ser una forastera en una tierra extraña, de no estar con su propia madre, y eso podía entenderlo de verdad… Escucha mi súplica, Yavé, presta oído a mi grito.

Igual que la soledad del inmigrante, hay una soledad que se siente cuando estás enfermo, o paralítico, como en mi caso.

Pienso en mi propia situación. Paralizado repentinamente a la edad de 39 años con dos chicos pequeños que criar en un país que no es el mío. La soledad también me visita de vez en cuando.

La soledad no lo abarca todo. La vida no se detiene por el enfermo o el inmigrante. La familia y los amigos se casan, nacen niños y se les bautiza, crecen, van a la escuela, empiezan a trabajar, se enamoran y por último se casan y nos hacen abuelos. Hay demasiadas buenas personas y buenas cosas a nuestro alrededor como para que nos sintamos siempre solitarios.

Pero igual que un viejo amigo de quien nos olvidamos a veces, la soledad nos hace una visita.

A mí me visita cada día, cuando abro los ojos por la mañana. Se queda sólo un rato, pero lo bastante como para que yo sepa que todavía está ahí. Estoy seguro de que me visitará menos en el futuro.

La soledad visita a los inmigrantes especialmente cuando alguien muere o cae enfermo en el país natal. Cuando les arrancan otra raíz que les une con el pasado. Recuerdo aquellos momentos en casa, cuando era pequeño, y recuerdo cuando mi padre murió mientras yo estaba en Japón. Puedo imaginar como se sintió mi familia cuando les llamé para decirles que había quedado paralítico.

La soledad también nos visita en ocasiones felices cuando, pese a todas las personas que nos quieren y que hay a nuestro alrededor, el inmigrante piensa en todos aquellos que no están; una madre, un hermano, un hijo. Puedo imaginar cómo se sintieron mis propios padres durante las ocasiones felices en Canadá porque sé que la soledad les visitó igual que me visitó a mí en el nacimiento de mis dos hijos, lejos de su propia abuela en Canadá.

Y también me visita cuando veo padres que juegan con sus hijos, montan en bici, corren por el parque; todas las cosas que ya no puedo hacer con mis hijos. Cuando veo estas cosas puedo sentir la mano de mi viejo amigo sobre mi hombro.

Los que están junto al inmigrante y el enfermo nunca podrán borrar completamente este sentimiento de soledad, pero pueden aumentarlo, sobretodo cuando la sociedad en su conjunto les hace sentirse rechazados y no intenta satisfacer sus necesidades. Y esto es lo último de lo que quiero hablar hoy. Está relacionado con toda Italia, el lugar que sólo conozco por las historias de mis padres.

Hoy leía en el periódico acerca de las reacciones de los italianos hacia los gitanos en Italia. El sesenta por ciento de los italianos creen que son criminales y también había otras noticias despreciables de violencia popular contra los gitanos. Pido a los italianos que recuerden a los emigrantes que dejaron Italia en busca de una vida mejor porque su país no podía ocuparse de ellos. De hecho, estos emigrantes al dejar Italia ayudaron a que el país volviera a unirse tras la guerra.

Y también pido a los que estáis en Italia que veáis unas palabras y cifras importantes de Canadá.

…entre los atacantes la mayoría son extranjeros, sobretodo italianos, de quienes se ha dicho que se disponen a defender sus demandas a punta de navaja, el arma nacional de los “spaghetti”…” (Daily News 1906).

Una multitud de niños vienen gritando desde alguna pequeña calle lateral. Son pequeños miserables y sucios, con el pelo despeinado y las ropas rasgadas. Te preguntas por qué no están en la escuela.” (Margaret Bell, acerca de las condiciones sociales de los italianos en Toronto, 1912).

Y para que no penséis que escribo sobre historia antigua, en 1977 un sondeo de Gallup para estudiar por primera vez la postura de los canadienses frente a los italianos informó que un 40% de los canadienses les relaciona con el crimen.

Una sociedad que se vuelve contra los extranjeros que hay en ella pronto se convertirá en una sociedad que se vuelve contra otros miembros más débiles y les tratará como una carga. Primero los inmigrantes, luego los ancianos y luego los enfermos; y eso sólo agudizará la soledad que sienten.

Por otra parte, una sociedad que da un paso en favor de los solitarios conseguirá grandes cosas.

No gracias a la ciencia, sino a un sentimiento de hermandad humana; así conseguiré mis células madre.


Translator: Pedro Solano 

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